jueves, 8 de enero de 2015

La naranja y el mago de los tres deseos

En el pueblo, como todos los días, se armaba gran alboroto en la feria de la plaza pública, unos venían y otros iban con mercadería, hacían trueque y volvía cada uno por el mismo camino hasta el otro día. Un día, entre el público presente había en una tienda de frutas y verduras una naranja parlanchina que rezongaba por su condición de pequeña, de ser casi imperceptible ante la multitud. Y estaba en eso de sacar chispas contra todos cuando paso por allí un mago. Como todos sabemos los magos hacen magia, pero éste en especial cumplía deseos, ¡sí señor! como lo oye, tres deseos. Entonces, la naranja entusiasmada junto a todas las frutas y verduras de alrededor y llamaron a gritos al mago. Y el mago se acercó y les dijo: ¿en qué puedo ayudarlas? La naranja le dijo que estaban muy inconformes con su estado de frutas y verduras y que hubiesen deseado ser otra cosa y no ser tan poca cosa. Viendo lo que se traían entre manos, el mago sonrío y les dijo: ¡muy bien! Les concederé a cada una de uds. tres deseos. ¡Y no saben como se pusieron!, era un sólo canto de júbilo...La naranja le pidió por su parte le pidió primero ser grande y majestuosa, pero como no cambiaba mucho su situación, pidió ser algo útil e importante, y el mago con su buena puntería lo transformó en una plancha. A la naranja le pareció un gran progreso. Y el mago luego de cumplirles dos deseos a cada uno, por su apuro se marchó. Al poco tiempo cada uno experimentó los resultados: como podrán suponer, no eran los esperados. A la naranja le ocurrió que al principio como buena plancha nueva la aprovecharon hasta más no poder, la usaron de día y de noche, pero cuando dejaban de emplearla la tiraban al suelo, la calentaban y recalentaban, pasaba de la fiebre al frío de la soledad. O sino ni se acordaban de ella. Entonces, otro buen día, pasó por la plaza nuevamente el mago y... de paso... vió a todos los objetos que había transformado y recordó su deuda. Al verlos a todos desdichados, se dijo: ¡mi magia no puede servir para esto! Y utilizando el deseo de quitarse de encima tremenda maldición les devolvió a todos su primera identidad. Todos volvieron a su viejo estado. Quizás no eran las más majestuosas, las más importantes, pero sí eran felices por ser ellas mismas y nadie las trató nunca más como lo que no eran. Y vivieron felices para siempre, con su propia identidad.

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